LA CANSERA DEL CAMINO

JACO Y BEA




CAPÍTULO 5


Tu libertad

He soñado décadas contigo, después de verte en la televisión gamberreando en las altas montañas del Pirineo.

Un día, tocaste a la puerta de la casa. Tus padres eran iguales que en mis sueños: ya no dudaba de tu llegada a mi vida.


Eras muy blanco, como un peluche con grandes pelos suavecitos. Pronto nos enseñaste tu voluntad ancestral de escaparte, tu necesidad de correr libre en grandes espacios.

Muchas veces burlaste nuestra vigilancia y, sin escuchar nuestras repetidas llamadas, te ibas a pasear por los montes de los alrededores de tu casa. Volvías al acabar tu paseo, cansado pero feliz de tu escapada.

Hoy, una vez más, te cautivaron tus sentidos de libertad.

Yo no estaba allí, no podía llamarte. Elegiste el camino más difícil, pero has conseguido la total y eterna libertad, fuera de todo amarre.

Te deseo un gran e interminable paseo y quiero decirte que de mis sueños no se borrará tu presencia. También deseo agradecerte haberme dado todos estos momentos felices de juegos y complicidad.


Quiero contarte un secreto:

lo magnífico que estabas en libertad en los campos verdes de tu monte, corriendo con los pelos dibujando olas, las orejas al ritmo del galope de tu pasos, el rabo bailando en el aire. Parecías un caballo a cámara lenta que desarrollaba toda su musculatura mostrando así tu gran felicidad.

No quería decírtelo, tenía miedo de que te lo tomaras como un «estoy de acuerdo».

> Tu felicidad era también la mía.

Echaré de menos tu grandeza y tu belleza.

Buen Camino mi Jaco. 



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